La pedagogía hospitalaria pone énfasis en garantizar el bienestar y la calidad de vida de las personas que están ingresadas en un hospital o que padecen una enfermedad en cualquiera de los períodos de su vida: bebé, infantil, adolescente o adulto. Y lo hace teniendo en cuenta a los profesionales de la salud, de la educación, del ámbito social y familiar.
Refuerza la humanización de los servicios asistenciales y hospitalarios para responder a las necesidades del bebé, de la niña o de la adolescente y de las personas que la acompañan cuando está hospitalizada o recuperándose de una enfermedad o intervención quirúrgica.
Cuando un niño enferma o ingresa en un hospital, su día a día cambia radicalmente. Esa nueva situación le afecta a él y a su entorno más cercano a diferentes niveles: social, psicológico y pedagógico.
El niño o la niña sale de su casa, cambia sus rutinas, está en un lugar nuevo con escenarios y normas distintas, le cuidan profesionales de la salud, es decir, personas diferentes a sus padres y le realizan pruebas dolorosas o desagradables.
Todo ello le sitúa en un contexto incómodo que puede generar cierta ansiedad. La pedagogía hospitalaria minimiza el impacto que produce esta situación.
La pedagogía hospitalaria también cuida de los familiares. Se preocupa por ofrecerles una atención más personalizada que tiene en cuenta sus necesidades. Entre ellas, informarles de manera continuada y clara del proceso de enfermedad y facilitar el acompañamiento psicológico y emocional necesario. Además, contempla las necesidades y apoyo tanto a nivel social como educativo.
La pedagogía hospitalaria abarca un contexto muy amplio que pretende garantizar y mejorar el bienestar personal, familiar y social a lo largo de la vida.
Por tanto, la pedagogía hospitalaria:
La pedagogía hospitalaria se desarrolla en hospitales, escuelas y en el propio domicilio de las familias e implica a profesionales de la salud, de la educación y de los servicios sociales, además de padre, madre, hermanos y la red familiar.
Igualmente, requiere de la complicidad y participación de las administraciones públicas y de los centros de educación superior para incorporar nuevos protocolos, metodologías y formaciones que mejoren la calidad de vida de las personas en edad infantil y adulta que están hospitalizadas.
En definitiva, implica a la sociedad en general. Cuando una persona (ya sea niña, adolescente o adulta) enferma, afecta al ámbito familiar, sanitario, educativo y social. Y la respuesta debe estar coordinada entre todos para cubrir sus necesidades y garantizar sus derechos con equidad e igualdad.